El suelo es un
protagonista activo en los ciclos químicos de vital importancia en el equilibrio de la naturaleza. Lleva a cabo funciones
centrales de regulación dentro de los ecosistemas.
En el ciclo del agua
el suelo ocupa una posición fundamental. El agua que llega al suelo vía
precipitación, pasa a través de éste bien en forma de escorrentía superficial,
bien en forma de flujo subterráneo, o indirectamente a través de los fenómenos
de evapotranspiración o transpiración.
El agua es la única sustancia que se encuentra en la atmósfera en estado
liquido, sólido y gaseoso.
El 84% de la humedad de la atmósfera se origina por evaporación de océanos, mares, lagos, ríos. El resto proviene de la tierra mojada o de la transpiración de las hojas de las plantas. El vapor de agua se eleva y se condensa en las capas altas y más frías de la atmósfera, originando nubes que son transportadas por los vientos. El vapor de agua es un gas, a diferencia de la niebla que está compuesta por diminutas gotitas de agua.
En forma de lluvia, nieve o granizo, el agua de las nubes vuelve al suelo o cae directamente sobre los océanos. Cuando llega al suelo, el ciclo continúa directamente o entra en el proceso de la vida.
Continúa directamente si se infiltra incorporándose a las aguas subterráneas o al escurrirse por la superficie. El agua subterránea puede aflorar dando origen a manantiales. La superficial fluye para formar ríos y lagos. Los ríos devuelven el agua a los mares y océanos, recomenzando el ciclo.
El 84% de la humedad de la atmósfera se origina por evaporación de océanos, mares, lagos, ríos. El resto proviene de la tierra mojada o de la transpiración de las hojas de las plantas. El vapor de agua se eleva y se condensa en las capas altas y más frías de la atmósfera, originando nubes que son transportadas por los vientos. El vapor de agua es un gas, a diferencia de la niebla que está compuesta por diminutas gotitas de agua.
En forma de lluvia, nieve o granizo, el agua de las nubes vuelve al suelo o cae directamente sobre los océanos. Cuando llega al suelo, el ciclo continúa directamente o entra en el proceso de la vida.
Continúa directamente si se infiltra incorporándose a las aguas subterráneas o al escurrirse por la superficie. El agua subterránea puede aflorar dando origen a manantiales. La superficial fluye para formar ríos y lagos. Los ríos devuelven el agua a los mares y océanos, recomenzando el ciclo.
El agua entra en el proceso de la vida cuando:
- es absorbida por las raíces de las plantas y utilizada en los procesos biológicos vegetales. Ingresa nuevamente en la atmósfera con la transpiración de las hojas o la descomposición de la materia orgánica.
- los animales terrestres beben agua o la incorporan contenida en sus alimentos. La devuelven a la atmósfera y al suelo por transpiración, secreciones y en el proceso de descomposición de los organismos.
El agua presente en
los suelos es entonces de gran importancia para los ecosistemas terrestres ya que
influye en aspectos como la nutrición de las plantas, formación del suelo,
evapotranspiración y controla en alto grado dos factores importantes para el
desarrollo de las plantas: el aire y la temperatura del suelo.
El riesgo de erosión por acción del agua es máximo en periodos
de lluvias intensas en que el suelo se encuentra saturado de agua, con escasa
cubierta vegetal y aumenta el movimiento del agua por la superficie del suelo. El efecto de la
escorrentía resultante elimina cantidades importantes de suelo y origina
regueros de erosión que actúan como ruta principal del agua, lo que aumenta el
problema.
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